Desde el 25 de marzo de 2008 al 23 de octubre de 2011 pasaron  nada más que tres años, seis meses y 29 días. “Nada más” porque en  comparación con la duración de los diferentes procesos históricos de la  Argentina, resulta poco tiempo. Si aún se levanta el nombre de José de  San Marín pretendiendo continuar con el camino que él empezó y que por  muchos años no se siguió, hacer referencia a casi 4 años parece  realmente insignificante.Sin embargo, el  período comprendido entre estas dos fechas marca dos puntos  completamente opuestos, con una realidad (la que algunos sectores  pretendieron y pretenden imponer) muy antagónica y que encuentran a la  persona implicada en una situación mucho más cómoda y segura. Mientras  que en la primera vez se necesitó de una organización rápida para  “hacerle el aguante” y evitar un golpe fuerte en las mandíbulas del  Gobierno, en la segunda ocasión bastó con twettear, mandar un mensaje de  texto o cambiar el estado en Facebook: “Todos a la Plaza”. Porque la  Plaza es nuestra. La bancada ayer y hoy, Cristina; la banca, la del pueblo.
Esa  Plaza que a principios de 2008 se vio atestada por unos cinco mil  opositores oportunistas que hacían causa común con los intereses del  campo (no el campo laburador, sino el que corresponde a la oligarquía y  al establishment), ayer rezumó alegría, lágrimas, cantos, bailes,  recuerdos de los más lindos, mucha juventud y ganas de continuar  avanzando, antes de la aparición de la presidenta re-electa, durante su  discurso, y después de este.
Estallaron  en algarabía y felicidad cuando se la escuchó por los parlantes que  traían lo que anunciaba en el bunker del Frente para la Victoria:  “Quiero ir a la Plaza a saludar un poquito porque hay mucha gente”.
Y  llegó pasada la hora 23 cuando una multitud la esperaba con ansias.  “Cuanta alegría que tienen. No saben cuanto me gusta verlos agitar las  banderas”, empezó la presidenta mientras el pueblo le devolvía el cariño  con los cánticos característicos de la Juventud Peronista.
“Hace  dos años en esta misma plaza estábamos tan enfrentados y desunidos los  argentinos”, aseguró la presidenta recordando el conflicto con las  patronales del campo que más arriba se menciona y que de no se por la  voluntad popular podría haber significado un jaque al Gobierno.
No  existe nada más genuino que la movilización espontánea de un pueblo. Y  esa sola actitud de afecto y reconocimiento es motivo de agradecimiento  para ella: “Quiero darles las gracias a esta multitud de jóvenes  argentinos que ha vuelto a recuperar la plaza de mayo”.
También  se acordó de sus épocas de militancia en los años ’70 junto a Néstor  Kirchner y las comparó con la que experimenta la juventud de estos días:  “Los veo en un momento histórico superador de aquellos momentos cuando  él y yo militábamos. Esta plaza que ha sido plaza de alegrías, también  fue de desencuentros y enfrentamientos”.
Muy  emocionada y disfónica remarcó los valores que deben primar en una  sociedad para la construcción de una Argentina cada día más justa e  identificó estos rasgos en la juventud presente en la Plaza: “Quiero  celebrar que esta juventud después de 8 años de gobierno, viene a  levantar las banderas con alegría y no con odio, con amor a la patria”.
Y  para despedirse de su Plaza y de su gente, esa maravillosa juventud y  no tanto que volvió a la manifestación política para quedarse, cerró:  “Un país no lo construyen solo los dirigentes, lo construye su pueblo  también. Los quiero mucho a todos”.

