sábado, 13 de marzo de 2010

¿Goce o sufrimiento? ¿Profesión o pasión? ¿Alegría o tristeza? Fútbol, sólo fútbol

En el artículo “El jugador”, uno de los tantos del libro “El fútbol a sol y sombra” (1995) del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano, el autor intenta describir las dos caras de la moneda de la vida del futbolista profesional (la gloria y la ruina, según él) basándose en una diversa enumeración de situaciones y experiencias del dichosos y, a la vez, infortunado deportista, que no se alejan mucho de la realidad.
“Que lindo que sería ser jugador de fútbol”, son las palabras que, seguramente, habrán dicho en algún momento de sus vidas los apasionados por ese deporte. Y claro, ¿cómo no va a ser lindo obtener una remuneración haciendo lo que a uno más le gusta? Pero ese aficionado, ¿tiene una mínima noción de lo que significa ser un jugador de fútbol profesional? Quizás sí, y es por eso que lo anhela tanto. O quizás no, y es por eso que lo anhela tanto.
Es muy probable que las pocas líneas del texto resulten escasas para responder la inquietud que podría surgirle al devoto del fútbol. Puede uno disentir o concordar con lo expuesto por Galeano. Pero su postura es más que válida, y analizarla podría arrojar resultados que la ratifiquen o refuten.
Ya se mencionaron la gloria y la ruina. Avanzado el texto, el autor de “Las venas abiertas de América Latina” (1971) vuelca en la prosa como los empresarios hacen del jugador profesional un elemento más del sistema capitalista reinante. Un elemento que les dará un gran rédito económico. Pero, ¿acaso el jugador no obtiene su propio beneficio siendo producto del capitalismo? Los contratos millonarios a los que le ponen su rúbrica no distan de afirmar esta cuestión. En fin, otra duda que se desprende de las líneas de Galeano.
Una de las oraciones del texto reza que el jugador mientras más éxito tiene, y más dinero gana, más preso está. ¿Más preso o más obligado a justificar dentro del rectángulo verde la abultada remuneración? De una forma u otra, el jugador profesional deberá someterse a disciplina militar. ¿No es una demostración de amor a la profesión que el jugador sufra el castigo diario de los entrenamientos? ¿Qué arriesgue su integridad física en cada jugada, hecho que conlleva un bombardeo de analgésicos e infiltraciones de cortisona para olvidar el dolor?
El jugador profesional, antes de un partido importante ¿es reclutado en un campo de concentración donde cumple con trabajos forzados, come comidas bobas, se emborracha con agua y duerme sólo? ¿O simplemente, se cuida? Una encrucijada más que se abre con la lectura.
Quizás lo más ingrato en la carrera del jugador profesional es la jubilación prematura. ¿Quién puede estar preparado para aceptar que no podrá destacarse más en lo que más le gusta hacer cuando pase la barrera de los 30 años? Ese jugador que se ha salvado de la fábrica o de la oficina ponderó a la pelota por sobre todas las cosas a sabiendas de lo que le depararía el futuro. Sin duda que esto lo contempló en algún momento. Pero tal vez, aquel aficionado que decía: “Que lindo que sería ser jugador de fútbol”, años más tarde, vuelto un profesional en la materia y a horas del ocaso futbolístico, afirme: “No hay nada más placentero que esos pocos años de alegría que te puede dar esta hermosa profesión. La de ser futbolista”.-