Por Fabricio Espíndola
Estimado Sergio Goycochea:
Ante todo pido disculpas por mi atrevimiento. Sé que no me conoce. Tampoco yo personalmente. Pero entienda usted que a través de éste medio -la carta- estoy intentando conseguir materializar grandes recuerdos.
Seguro que aun no entiende el por qué de estas líneas. Ni sabe de qué hablo. Ahí le cuento.
Soy una persona apasionada por el deporte y, si bien el fútbol es mi preferido, disfruto de todos ellos y hay imágenes que tengo grabadas en mi mente, pequeños detalles en los que me detengo y disfruto. Estos detalles superan el mismísimo contexto del acontecimiento.
Es por eso que hace ya dos años comencé con estas cartas. Para así poder armar mi pequeño museo. Pero no quiero un museo como todos. A ver si me explico. No busco camisetas. No quiero fotos ni posters. No pretendo guardar imágenes de partidos memorables o jugadas fantásticas. Salvo que estas imágenes expliquen lo que sí pretendo coleccionar y a los que llamo Pequeñas acciones para grandes momentos
Explicado esto. El motivo de mi carta es un pedido. Raro, pero no tanto. En realidad, no se bien como hacerlo. Sólo espero que no lo tome a mal. No es que quisiera que usted ya no este, ni tampoco crea que soy un loco que intentará hacerle algo para conseguir lo que busco. Para nada. Solo pido su aprobación, por escrito, para cuando usted pase a mejor vida. Al fin y al cabo, a todos nos tocará.
Así como a usted, son varios los deportistas a los que les escribí para hacerles un pedido especial. Para poder guardar en mi museo esas Pequeñas acciones para grandes momentos que quedaron grabados en mi mente.
Y no importa la talla del personaje. Sino la importancia de la fuerza que tiene mi recuerdo frente a ese momento.
Así le escribí a estrellas mundiales. Como Michael Jordan, al que le pedí su aprobación para que, cuando se encuentre con San Pedro, me deje su lengua. Por aquel último tiro frente a Utha Jazz en la final del ´98. Encare hacia el aro, freno, finta, salto, extensión del brazo, balón a la red y claro, lengua afuera de la boca. Esa es La Acción, el Gran Momento.
Pero también a jugadores más terrenales como el Chelo Delgado, al que le rogué el tercer, el cuarto y el quinto dedo de su pie derecho por un gol a River que dejo de estatua a Comizzo. O la rodilla de Palermo, por aquel Muletazo.
Le reclamé a Roger Federer su muñeca, la que le dio el tiro vencedor ante Sampras en Wimbledon 2001 para que comenzara a ser leyenda. Y demás esta aclarar que ya demandé la pierna zurda de Diego. Me pareció demasiado pedir su cuerpo completo.
Así, estas y varias cartas más fueron enviadas a distintos deportistas. Y aunque no tuve respuestas, no desespero. Respeto sus tiempos.
Volviendo a lo nuestro o, más bien a lo mío, imagino que a esta altura ya sabrá por donde viene el tema, o el pedido.
Sí Goyco. Lo que quiero pedirle es la mano. Por favor, tu mano derecha. Esa que aquel 3 de julio de 1990, tercer penal de la serie frente a Donadoni, se estiró hasta que la pelota diera en ella. Para alegría nuestra y tristeza Tana.
Espero me entiendas. Y otra vez, no piense que estoy loco. Pero me gustaría guardar ese momento en mi museo.
Te pido la mano, solo eso. Bueno, y si todavía los conservas, que sea con el guante.
Mentiras piadosas
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