lunes, 6 de julio de 2009

¿Está bien ser un buen profesional o hay que seguir al corazón?



Muchas veces escuchamos la frase: “No se deben mezclar el placer con el trabajo”. Y si se nos permite distorsionar un poco el dicho podemos decir: que “no se debe mezclar el amor con la profesión”.

¿Cómo se debe actuar una persona ante una encrucijada? ¿Seguir lo que le dicta su corazón o lo que obliga su conciencia? Este fin de semana se vieron dos casos particulares en la 19º fecha del clausura que terminó con Vélez festejando.

El sábado en Santa Fe, Boca y Colón se jugaban poco y mucho. Poco, los de Alves, cuyo único objetivo era ganar para despedir un triste semestre futbolístico de la mejor manera. Mucho, el sabalero, que debía ganar y esperar una serie de resultados para saber si podría acceder a la Copa Sudamericana. Pero esto pasa a un segundo plano en esta discusión. La cuestión acá pasa por preguntarnos: ¿Qué hicieron mal el pobre de Ibarra y el bueno de Battaglia para ser blanco de una interminable lluvia de insultos? ¿Jugar para Boca siendo que uno, el lateral, vistió los colores rojo y negro desde las inferiores, y otro, el volante, confesó ser hincha de Colón desde chico? Y parece que si.

Pero ¿porque fue este sábado el que castigó al formoseño y al santafesino y no otro partido entre ambos clubes? ¿Será que una etapa definitoria embravece las aguas y no se salva nadie? Habría que preguntarles a los hinchas: ¿porqué no los putearon cuando jugaban por nada y si lo hacen cuando perdían el tren de un torneo internacional? Un misterio.



Algo parecido pasó en 2006 cuando Palermo le convirtió un gol a Estudiantes en la final del apertura, ganda por los de La Plata, y Verón le pidió que pusiera menos energía. ¿Menos energía? Pero si es el laburo de cada uno. Cosas que no se pueden entender. Palermo obró como profesional, al igual que Battaglia el sábado (convirtió el gol de la ventaja que luego ampliaría Palermo), y quedó como el malo para los de Estudiantes y como el héroe eterno para los de Boca. Actuó bien.

Caso contrario ocurrió en 1991 cuando el Turco Mohamed, vistiendo la camiseta xeneize, tuvo una chance de convertirle a Huracán, club del cual es hincha. ¿Qué hizo Antonio? Debía patear. El arquero de Huracán estaba vencido en el piso y sólo quedaban unos defensores en la línea. Si pateaba era gol. Pero decidió enganchar para un lado y para el otro hasta que le sacaron la pelota. Esta actitud lo condenó al hoy técnico de Colón con la hinchada de Boca y aumentó el amor con los del Globo. Mohamed obró como un hincha. Actuó mal.


Ayer jugaba Joaquín Larrivey, ex Huracán con quien consiguió el último ascenso, para Vélez. Entró en el segundo tiempo y tuvo una participación más que relevante. Le convirtió la infracción a Monzón que terminó en el gol definitorio de Maxi Moralez. Luego tuvo una chance clara de gol pero se la ahogó el arquero. Inmediatamente terminó esa jugada, los jugadores de Huracán fueron a increparlo por tratar de marcar un gol. Por tratar de hacer su trabajo.

Pero lo más lamentable es que fueron, en este caso, los jugadores los que desataron su ira contra un colega. Pero la repregunta es entonces: ¿ si este partido se hubiese jugado para completar el mixture, sin ninguno de los dos equipos peleando, hubiese sido igual la reacción? Me animo a decir no.

En fin. Cosas que tiene nuestro futbol que nunca se van a poder explicar.