Cuando el llanto brota de un par de ojos puede ser consecuencia de alegría, de tristeza, de orgullo, de emoción. Hay una infinidad de sentimientos que conducen a que los lagrimales rebalsen.
El estadio Ellis Park de Johannesburgo fue el escenario en el que se produjeron dos conmovedores llantos mundialistas. Uno, antes de que el húngaro Viktor Kassai diera el pitazo inicial. El otro, a los diez minutos de la segunda mitad de juego.
Cuando la escena acústica era dominada por las vuvulezas, irrumpieron los himnos nacionales de Brasil y de Corea del Norte. Y las, a veces simpáticas y otras no tanto, trompetas sudafricanas se tomaron un descanso. Ese fue el momento del primer llanto de la fría noche. Jong Tae Se, la figura del conjunto asiático, se emocionó mientras se entonaban las estrofas del canto representativo de su nación. Patriotismo a flor de piel.
Brasil intentaba anotar pero la dura defensa norcoreana se las ingeniaba para evitarlo. Y en uno de los tantos sobresaltos que le causo el scratch de Dunga a los de camiseta roja, apareció Maicon, y de su mano el segundo sollozo. Es que les costó a los brasileros concretar el gol. Y ante la máxima alegría del fútbol, el lateral no se resistió y dejó aflorar las lágrimas.
Dos llantos de dos sensibles. Pero también, de dos valientes que se animaron a mojarse las caras con sus propias secreciones más allá de los crudos y escasos 2º de temperatura de la noche sudafricana.
Mentiras piadosas
Hace 13 años