jueves, 30 de septiembre de 2010

“Lo que más me gustaría sería que el hincha me pidiera”

Reportaje a Roberto Mouzo



“Llamame en 20 que estoy paseando a uno de los ovejeros”, explica Roberto Mouzo, algo agitado, desde las calles del barrio porteño de Villa Urquiza. Ya más calmado y con voz firme, el hombre record de Boca Juniors (con 426 partidos es quien más jugó con la azul y oro), cuenta cómo es su día, cómo se sobrepone a la muerte de Graciela, su esposa, hace dos años, cómo era su relación con “El Abuelo”, cómo vivió el retiro y sus deseos de ser director técnico en Primera.
- ¿Cómo es un día en la vida de Roberto Mouzo, pero sin incluir a Boca?
- ¿Dejando a Boca de lado? Va a ser un poco difícil. Boca ocupa un lugar importantísimo en mi vida y en mí día a día. Estoy volviendo a ser. Lentamente voy encontrando el camino que perdí cuando falleció mi mujer. De a poco el ánimo va mejorando. Ya me recuperé por completo de una pulmonía que me persiguió durante tres meses, salgo a correr dos veces por semana y me cuido en las comidas. Pero hablar de mi día y no nombrar a Boca es imposible.
- Hiciste inferiores en el club, fuiste el capitán, el que más jugó con esa camiseta y hoy sos colaborador de Jorge Rodríguez (DT de la octava). Sólo falta una cosa…
- ¡Y tengo unas ganas!... Yo creo que no logré todo aún, ya que en la vida se consigue algo todos los días. Pero hay algo que sí obtuve, y de eso estoy convencido: experiencia.
- ¿Y por qué crees entonces que no te llaman para dirigir a la Primera? Vos no sos muy mediático…
- Yo jamás me voy a autopostular. Siempre tuve perfil bajo y no voy a cambiar ahora. Pero no sólo sueño con dirigir a Boca. Si se presentara la oportunidad de dirigir la primera de otro club escucharía la oferta. Aunque lo que más me gustaría es que fuera un pedido del hincha, que siempre me respetó y alentó. Eso sería lo máximo para mí.

- Del hincha pasemos al barra: La Barra de José te respetaba mucho. Un día previo a un partido del Metropolitano de 1981 hubo una apretada al equipo. Y entre tantas frases hubo una dirigida a vos: “Acá el único que puede hablar es Roberto”. ¿Te sentiste inmunizado?
- ¡No, para nada! Pero estaba tranquilo. Siempre tuve una relación con José (NdeR: José “El Abuelo” Barrita, líder de “La Doce” entre 1981 y 1994) de respeto mutuo y permanente. Y aunque el momento fue difícil, esa visita nos dio respaldo. Yo les dije que se quedaran tranquilos porque íbamos a ganar. Y ganamos.
- ¿Cómo viviste tu retiro?
- Como una etapa más de la vida. Siempre supe que la carrera de futbolista es corta. Me mentalicé y seguí adelante. Pero lo que me pone muy feliz es que el fútbol no me dejó a mí sino que yo lo dejé a él. Jugué hasta cuando quise. Si bien participé en ligas regionales, el último club en el que jugué fue Atlanta. Cuando terminó el campeonato de 1986 quedé libre y me seguí entrenando sólo esperando ofertas.
- ¿No llegaron?
- Lamentablemente, no. Pero fuimos a Brasil a jugar la Copa Pelé con el equipo de veteranos de la Selección argentina, en 1987, y me vieron los dirigentes del Vitória de Bahía. Firmé el contrato enseguida. Ya estaba todo listo, y en una práctica me rompí el menisco externo de la rodilla derecha. Así que devolví la plata y me vine a Buenos Aires. Me recuperé y fui a jugar los regionales a Deportivo Urdinarrain de Entre Ríos. Y jugué hasta los 37 años. Por eso digo que yo dejé al fútbol y no al revés.-
Paseando perros, recordando anécdotas, y esperando oportunidades anda por la vida Roberto Mouzo. Siempre optimista y con una historia que contar.

Un presente desacorde con su gran pasado



Cuando por el año 2003 Roberto Mouzo era el entrenador de la Cuarta División de Boca recibió un golpe inesperado: “En ocho años en el cargo no falté un sólo día. Y el 30 de diciembre me llegó el telegrama”. Nunca supo las causas pero sí tiene bien en claro quien dio la orden: “Jamás me explicaron por qué me echaron. Quien estaba a cargo era el vicepresidente 2º, Gregorio Zidar. Vino por ahí la mano”.
La revancha le llegó 4 años mas tarde: “Me encontré con Jorge Ameal y me dijo que Pedro Pompilio quería verme. Que no entendía por qué no estaba en el club. Entonces volví, primero captando chicos para las inferiores y después otra vez a la Cuarta”. Pero se repitió la triste historia: “Un día me encaró Fabián Beraldi (Vocal) y me dijo que no iba a ser más el DT de la cuarta, que bajaba a ayudante de Jorge Rodríguez, entrenador de la octava. No hubo explicaciones y acaté la orden”.
Un presente injusto con alguien que le dio tanto al club de la Ribera.-

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Una realidad dificil de eludir


El 24 de marzo de 1976 se instauró en la Argentina el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Un grupo de generales de las Fuerzas Armadas nacionales derrocaron a la mandataria María Estela Martínez de Perón y dieron inicio a una de las etapas más tristes y sangrientas de la historia nacional. Fueron siete años de dolor, de sufrimiento, de tortura… Siete años en los que se tergiversó la información y se manipuló al pueblo argentino con argumentos tan superficiales como inverosímiles. Un campeonato Mundial de fútbol y uno a nivel juvenil, fueron los eventos deportivos que se llevaron la mayor atención en ese período y aplacaron lo que realmente pasaba en las calles y centros clandestinos de detención. El terror desbordaba por doquier.
Cuando el poder militar se desmoronaba, producto del desapego de sus aliados y de la pérdida de la credibilidad que algunos grupos sociales (los más beneficiados por el régimen en su mayoría) sostenían, el presidente de turno, Leopoldo Galtieri, se aventuró en un enfrentamiento bélico. La recuperación de las Islas Malvinas estaba en marcha. El fin de la dictadura, también. Nuevamente las mentiras y las estrategias de manipulación que el poder ejercía sobre los medios de comunicación para desinformar al pueblo argentino tomaron protagonismo en la escena del terror.
No es el fin de estas líneas explicar el último y sanguinario golpe de Estado que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983. El propósito de este breve relato es, sin más, recordar que en este país hay una herida abierta. Una herida que no cicatrizó aún y que tampoco tiene miras a hacerlo. Una herida de muerte al corazón de estas tierras. La economía, política y sociedad quedaron totalmente devastadas. La deuda externa se quintuplicó, el sistema productivo nacional quedó aniquilado, la sociedad dolorida y las calles se empezaron a poblar de personas sin techo. El hambre pasó a ser un denominador común en cada vez más argentinos. El nivel de desempleo creció a niveles increíbles.
Argentina se hundía cada vez más. Unos pocos sacaban provecho mientras el resto no tenía perspectivas a futuro. Se sucedieron gobiernos democráticos de diferentes posiciones ideológicas. Todos heredaron la ruina. Algunos persiguieron intereses personales y le hicieron creer al pueblo que la resurrección era posible. Los que vinieron más tarde se encontraron con un país sin posibilidad alguna de desarrollo. Privatizaciones, bonos, deuda externa, déficit, convertibilidad, etc. Palabras que se hicieron habituales. Crisis, corralito, “que se vayan todos”, más bonos, muerte, vinieron después.

Ayer, Telefé volvió a poner en su pantalla un nuevo episodio de “Lo que el tiempo nos dejó”. Y fue ese capitulo de ficción, que refleja la triste realidad que vio nuestra patria, lo que me despertó las ganas de escribir estas pocas palabras.

Hoy la guerra continúa. El escenario político estalla y los únicos perjudicados siguen siendo los mismos: los que componen al pueblo argentino.

¿Veremos alguna vez a una Argentina diferente, pero mejor?